Te conozco. Eres la fantástica soñadora. La que cree en la gente, la que transmite confianza y odia una mentira. Esa que lucha y no se rinde aunque los demás le digan que no. Aquella que ante cada fracaso sabe como levantarse. La que enseña, reflexiona y demuestra.
La que de pequeña buscaba la aventura en vez de sentarse y jugar al maquillaje. La de las bragas, la gorra y la patineta. La que me escucha y entiende.
Eres un buen libro en vida. El vino añejado con sabor a esperanza. La que se hace extrañar a los diez minutos de haber salido del lugar. La de los cachetes como almohadas y el nervio cerca de la boca.
Eres ese mensaje que se espera a la madrugada. El deseo por el que YO no dejo de luchar. El confensionario personal que nunca tuve. Esa que habla con tanta seguridad aunque no sepa del tema que cualquiera cree en sus palabras, nunca te lo dije, pero como me gusta cuando cumples el rol de sabelotodo.
Eres esa que disfruta de una buena comida. La que sabe que no hay que ser modelo para ser feliz. La que me entiende. La que me prende. La idealista y conservadora, pero que no cree en idiotas.
Eres la escritora, la comunicadora, la estudiante, la romántica, la conquistadora. Eres todo, al menos todo lo necesario. La mejor acompañante en una sala de cine.
Esa que se rasca de vez en cuando con un toque exclusivo, digno de ser recordado. La de la voz melódica. La musa que necesitaba mi cabeza para sentarme a escribir estas palabras.
Te conozco, y jamás dejaré de conocerte.
